viernes, 11 de julio de 2008

Cuarto Obispo: 1592 - 1605 - Fray Luis López de Solís, Agustino

Nombramiento: 18 febrero 1594
Entró en Quito el 15 de junio de 1594

Nació en Salamanca, España.
Sus padres Francisco de los Ríos y María López de Solís eran de noble condición.
Muy joven tomó el hábito agustino y profesó el 9 de Mayo de 1.553.
Hallándose en Cádiz en 1.558 con los demás padres destinados al Perú, ocupado en disponer las cosas necesarias para el viaje, mientras iba y venía de la posada a la playa, encontró a un hombre que pasaba por fisonomista, quien, mirándole fijamente, le preguntó:
- ¿Padre, a dónde es el viaje?
- A las Indias
- Pues no vaya a las Indias, váyase más bien a Roma y será Papa.
Riéndose, Fray Luis, le dijo: Yo soy un pobre fraile, así no tengo un solo cuarto conque pagar a Ud. por el pronóstico.
- Padre, veo que Vuestra Reverencia tiene cara de ser muy feliz y por eso juzgo que llegará a obtener la primera dignidad eclesiástica en el lugar adonde vaya. Como la mayor del mundo es la de Papa, le aconsejo que vaya a vivir en Roma, donde tengo por cierto que conseguirá.
Fray Luis despidióse del hombre, sin hacer ningún caso del pronóstico, que sin embargo se cumplirá al pie de la letra.
Llegando a Lima se ordenó de sacerdote, enseñó Filosofía en el recién creado Convento Agustino, después pasó a Trujillo donde se estableció la cátedra de Teología que leyó por varios años.
En 1.570 se graduó de Maestro. El 1571 fue electo Provincial de su Orden en el Perú por dos años y el 1587 volvió a serlo.
[El 1573 compró una casa y el Martes 9 de Julio se cambió en altas horas de la noche con toda la Comunidad y tomó posesión del local ante el Alcalde Ordinario Pedro de la Vega. Los religiosos de Santo Domingo y de la Merced pusieron pleito para arrojarles de su nuevo alojamiento y comprando una casa colindante se introdujeron allí a deshoras y asaltaron a aquellos, quitándoles la campana que ya tenían colocada, con otras violencias. La autoridad tuvo que intervenir para que los Dominicanos se retiraran a su Convento y los Agustinos extendieron sus dominios abrazando toda la manzana. El 1574 colocó la primera piedra del templo que hizo levantar con toda munificencia.]
En 1.557 fue el primer Catedrático asociado de Vísperas de sagrada Teología en la Universidad de San Marcos. Después ocupó los prioratos de Lima y Chuquisaca. El 1582 y el 1591 concurrió como Teólogo Diputado de los Concilios limenses reunidos por el santo Arzobispo Mons. Toribio de Mogrovejo.
El Rey Felipe II le presentó para Obispo de Río de la Plata y el Virrey Marqués de Cañete le envió de Visitador a la Real Audiencia de Charcas, donde ejerció con rectitud y probidad sus funciones, suspendió a un Oidor y multó a otros, después realizó una equitativa distribución de las tierras baldías enmendando las usurpaciones que descubría y arreglando con justicia los gravámenes, pero le acusaron en la Corte de favorecer a los indios.
El Virrey manifestó: "El Padre Fray Luis López de Solís es muy virtuoso; sin codicia y muy discreto para gobernar: buena letra, buena edad y mucha experiencia de las cosas de esta tierra".
Nuevamente en Lima, en 1.592 encontró las Bulas para el Obispado de Quito y marchó a esa Diócesis. En Trujillo fue consagrado por santo Toribio de Mogrovejo, que se hallaba en dicha ciudad practicando la Visita.
El 25 de Julio de 1.594 ingresó a Quito, predicó en contra de la recién concluida revolución de las Alcabalas a los frailes que habían participado en ella, reunió el primer Sínodo Diocesano el 15 de Agosto en la Catedral y comenzó la Visita de rigor, predicando en todos los pueblos hasta los confines de Loja con la ayuda de un Jesuíta conocedor de la lengua del Inca. El 1595 celebró el segundo sinodo Diocesano en Loja. (1)
Durante su obispado de doce años fundó cuatro parroquias y dos conventos de monjas costeando sus edificios, igual cosa realizó con el Seminario de San Luis que entregó a los Jesuitas. Estableció una Casa y Hospicio para mujeres, monasterios concepcionistas en Loja, Cuenca, Riobamba y Pasto. Inauguró una etapa de mayor tensión espiritual y de exigencia a Encomenderos y españoles.
En lo personal se había impuesto como regla invariable de vida vestir un sayal de lana tejida de negro que era su hábito y no tener en su casa sino a personas de virtud probada. Distribuía el tiempo levantándose antes del amanecer para rezar, asistía a los oficios, administraba las cuentas, recibía visitas siempre que fueran rápidas, almorzaba con gran parquedad, volvía a los Oficios, daba órdenes y disposiciones y se acostaba tarde después de otros rezos en su oratorio, por lo que dormía muy poco y casi no comía. En sus disciplinas corporales de sangre era riguroso y se las aplicaba por las noches y muy severamente. Los viernes se iba a pie al Santuario de Guápulo a celebrar misa los sábados de mañana. Caritativo con los pobres, solía dividir las rentas del Obispado entre las construcciones y ciertas ayudas al prójimo.
En 1.602 mantuvo competencias muy ruidosas con los Oidores de la Audiencia a causa de la lectura de la Bula de la Cena, así llamada porque era usual publicarla en Roma cada Jueves Santo y establecía gravísimas excomunicaciones a los que atentaban contra la jurisdicción eclesiástica o de cualquier manera perjudicaban a la iglesia, a las personas o cosas sagradas. Dicha Bula estaba aun en discusión en la Corte que había apelado ante el Papa y su aplicación en Quito fue por orden del santo Arzobispo de Lima, Mons. Mogrovejo.
A mediados de 1.605 fue ascendido al Arzobispado de Charcas y tuvo que salir de Quito a ocultas y sin que nadie lo advirtiese para evitar que la gente acudiera en tropel a despedirle. Dejó, sin embargo, como mejor recuerdo suyo, su sobriedad en todo y el trato especial demostrado en la protección e instrucción de los indios.
Castigo con justicia, rigor y severidad a los clérigos que habían participado en la revolución de las Alcabalas.
Arribó a Lima el 28 de Junio y se dirigió a su Convento donde le recibieron cantando un Te Deum, se aposentó en la misma celda que había ocupado antes, estaba con ciertos achaques de salud nada serios, pero presintiendo su cercano fin exclamó: "He aquí que moriré en mi propio nido" al séptimo día pidió el Viático y la Extrema Unción, tomó un Crucifijo y en fervoroso coloquio le rodaron gruesas lágrimas por la mejillas.
Finalmente dijo Jesús, Jesús y expiró en horas de la mañana del 5 de Julio, a los 72 años de edad. Fue sepultado con gran pompa y acompañamiento en su templo agustino, en una fosa común con sus hermanos que le habían precedido en el viaje definitivo, pues así lo había pedido, por eso no existe su tumba.
Días antes de su muerte le había llegado una carta del Duque de Lerma, válido del Rey Felipe III, en que le comunicaba haber pedido el Arzobispado de Lima para él. Un familiar le comentó que se cumpliría la profecía de Cádiz, pero Fray Luis replicó "Yo no iré al Arzobispado sinó al sepulcro".
Tuvo facilidad de expresión, su prosa fue clara y eficaz, animada por sentimientos fuertes y casi apasionados. Fue celoso por la verdad. Su carga emocional se traducía en devociones, trabajos y cólera.
Doctor, predicador, prudente, de ánimo esforzado para todo asunto del espíritu, gustaba construir templos y monasterios, en religión era cumplido, de gran ejemplo y severidad. Su fisonomía adusta, la delgadez de su cuerpo y la blancura de su tez, le daba una apariencia imponente pero dominaba a las personas con bondad aunque sin concesiones. Se conservan sus retratos en Lima y Quito.

NOTA (1) - Entre los 144 artículos del Sínodo, los hay relativos a la instrucción de los indios, Hernán Rodríguez Castelo ha opinado que el Obispo defendió a los indios ante el Rey Felipe II denunciando los agravios que padecían de parte de los Encomenderos.

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